6/05/2008

M.Antonio: cónsul romano


Marco Antonio, (Roma, circa 83 a. C. - Alejandría, 1 de agosto de 30 a. C.), fue un militar y político romano de la época final de la República, conocido también como Marco Antonio el Triunviro. Fue un importante colaborador de Julio César, como comandante militar y administrador, y tras el asesinato del mismo, en 44 a. C. se alió con Octaviano y Lépido para formar el Segundo Triunvirato. Éste se disolvió en el año 33 a. C. y, apartado Lépido de la escena, las disensiones entre Octaviano y Marco Antonio se trocaron en abierta guerra civil en el año 31 a. C.; Marco Antonio, aliado con la reina Cleopatra VII de Egipto, fue finalmente derrotado en la batalla de Accio en el año 30 a. C. De regreso a Alejandría, fue incapaz de hacer frente a las fuerzas de Augusto, suicidándose apenas un año después de su derrota naval.


La guerra de las Galias y la guerra civil


La influencia de Clodio y de Curión acercaron a Marco Antonio al partido de Julio César, rival de Pompeyo y del Senado romano. En el año 54 a. C. Marco Antonio entró a formar parte del mando del ejército de Julio César en las Galias, probando de nuevo su competente liderazgo militar en la guerra de las Galias y destacando en el doble asedio de Alesia, aunque su personalidad provocaba conflictos continuamente, donde quiera que fuese; César mismo llegó a decir que su conducta le hacía irritar frecuentemente.
Sin embargo, ascendido por la influencia de César a los cargos de cuestor (52 a. C.), augur (50 a. C.) y tribuno de la plebe (49 a. C.), siempre apoyó la causa de su protector con gran energía. Cuando los dos mandatos proconsulares de César expiraron (al cabo de 10 años), el general quiso retornar a Roma para las elecciones consulares. Pero la facción conservadora del Senado romano, liderada por Pompeyo, exigió a César que renunciara previamente a su proconsulado y a la dirección de su ejército antes de obtener el permiso para solicitar su reelección en el consulado. César no podía permitir esto, ya que pretendía continuar las acciones que iniciara en su mandato de procónsul; además, en ese caso, pasaría a ser (entre el final de su proconsulado y su segundo consulado) un ciudadano privado, lo cual podría dejarle a merced de las tropas de Pompeyo.
Antonio sugirió entonces que todos los comandantes que compartían el mismo imperium entregaran el mando, pero la idea fue rechazada, y cuando Antonio recurrió a las amenazas y a sembrar el descontento, fue finalmente expulsado del Senado. De esta forma, Antonio huyó de Roma, uniéndose a César, que había dejado su ejército acampado a orillas del Rubicón, el arroyo que marcaba el límite meridional de su autoridad proconsular. Con todas las esperanzas de hallar una solución pacífica desvanecidas tras la salida de Antonio del Senado, César usó como excusa la figura de Antonio como tribuno de la plebe, y por tanto intocable aun para el Senado, para ordenar el cruce del río y la marcha de su ejército hacia Roma, comenzando así la última guerra civil. Durante esta contienda, Antonio fue el segundo al mando de César; en todas las batallas contra los pompeyanos, Antonio dirigió el ala izquierda del ejército, prueba evidente de la confianza de César en él.

La dictadura de César


Con César como dictador, Antonio fue nombrado magister equitum, siendo la mano derecha del dictador y permaneciendo como administrador de Italia (47 a. C.), mientras César luchaba contra los últimos pompeyanos, quienes se habían refugiado en África. Pero las habilidades de Antonio como administrador fueron un pobre reflejo de las que poseía como general, aferrándose a la oportunidad de satisfacer sus más extravagantes excesos (como la compañía de la actriz liberta Cytheris), que quedaron reflejados por Cicerón en sus Filípicas. En el año 46 a. C. Antonio se ofendió cuando César le insistió que pagara las propiedades de Pompeyo que Antonio había simulado comprar, ya que en verdad se había apropiado simplemente de ellas. Los problemas pronto surgieron y, como en otras ocasiones anteriores, Antonio recurrió de nuevo a la violencia: cientos de ciudadanos fueron asesinados, mientras la ciudad de Roma caía en un estado de anarquía. César mostró su gran disgusto por todo este asunto, y relevó a Antonio de todas sus responsabilidades políticas. Ambos dejaron de verse durante dos años, si bien el distanciamiento no fue muy continuado: Antonio se reunió con el dictador en Narbona (45 a. C.), rechazando la propuesta de Trebonio para que se uniera a la conspiración que ya estaba en marcha. La reconciliación definitiva llegó en el 44 a. C., cuando Antonio fue elegido colega de César durante el quinto consulado del dictador, como parte del incipiente plan de César para conquistar el Imperio Parto, dejando en Roma al nuevo y leal cónsul.

Los últimos días de César


Cualesquiera que fuesen los problemas surgidos entre ellos, Antonio permaneció fiel a César en todo momento. En febrero del 44 a. C., durante las fiestas lupercales (15 de febrero), Antonio ofreció públicamente una diadema a César. Este hecho poseía un significado preciso: la diadema era un símbolo propio de un rey, y César, al rechazarla, demostraba que no estaba interesado en asumir el trono de Roma.
En los idus de marzo (15 de marzo) de ese mismo año, César fue asesinado por un grupo de senadores, liderados por Cayo Casio Longino y Marco Junio Bruto, mientras Antonio era entretenido en la habitación contigua. Bruto rechazó la sugerencia de Casio para acabar también con la vida de Antonio, alegando que su objetivo había sido librarse del dictador, mientras que acabar con un magistrado electo legítimamente significaría un varapalo para la causa republicana.
En el consiguiente alboroto que despertó este crimen en Roma, Antonio escapó de la ciudad vestido como un esclavo, temiendo que el asesinato del dictador fuera el inicio de un baño de sangre contra todos sus partidarios. Cuando comprobó que esto no sucedía, regresó a Roma, concertando una tregua con la facción de los asesinos. En ese momento Antonio, como cónsul restante nombrado para ese año, simuló perseguir la paz y el final de la tensión política, a la vez que trataba de afianzarse como líder del partido cesariano por encima de Lépido, cuyas tropas ocuparon el Foro el 16 de marzo. Tras un discurso de Cicerón pronunciado ante el Senado, reunido en el templo de Tellus a iniciativa de Antonio el día 17 de marzo, se concedió una amnistía a todos los conjurados, a la vez que se aprobaba un funeral en honor del dictador.
El día 20 de marzo aconteció el funeral de César, en el cual Antonio, como su fiel segundo en el mando, compañero, colega consular y pariente, fue el lógico elegido para recitar la elegía del funeral. Durante su discurso enumeró las gestas de César y las concesiones en su testamento en favor del pueblo romano, para acabar vertiendo sus acusaciones respecto al asesinato de César, afirmando así su distanciamiento con los conjurados. Mostrando un gran talento para la retórica y la interpretación dramática, Antonio asió la toga del cuerpo de César para mostrar a la muchedumbre las marcas de sus veintitrés heridas. De esta forma, esa misma noche el pueblo romano atacó las casas de los conjurados, obligándoles a huir para salvar sus vidas y lamentando no haber acabado con el cónsul.
La posición de Antonio se vio fortalecida hasta tal punto que Calpurnia, la viuda de César, llegó a hacerle entrega de los documentos personales del dictador y a confiarle la custodia de sus bienes, valorados en 4.000 talentos. También consiguió el apoyo de los veteranos de César tras viajar a Campania, donde habían sido asentados en premio a su lealtad tras las campañas cesarianas, y animarlos a defender la obra de César frente a sus enemigos. Rodeado así de una guardia de veteranos, Antonio obligó al Senado a entregarle la provincia de la Galia Cisalpina, que era en ese momento administrada por Décimo Junio Bruto Albino, uno de los conspiradores. Pretendía de esta forma trasladar las legiones allí establecidas hacia Macedonia para preparar un ataque contra el Imperio parto. Bruto rehusó entregar la provincia, por lo que Antonio se dispuso a atacarle en octubre del 44 a. C.

6/03/2008

Tito Flavio Vespasiano


Tito Flavio Vespasiano nació en Falacrinae, cerca de la actual ciudad italiana de Rieti el 17 de noviembre del año 9 d.C., fue el primer emperador de la dinastía de los Flavios (Flavia) y gobernó entre los años 69 y 79 d.C., bajo el nombre de César Vespasiano Augusto.
Después del 68 d.C. (año conocido como "el de los cuatro emperadores", en el que sucedió el asesinato de Galba en el Foro, el suicidio de Otón, y la espectacular muerte de Vitelio), Vespasiano se hizo con el poder y fue gracias a su carácter y al de su hijo Tito que volvería a afianzarse la confianza del pueblo, los ejércitos y la nobleza, hacia el emperador.
Nacido en el seno de una familia humilde, nieto de un centurión e hijo de T. Flavio Sabino, recaudador de impuestos y Vespasia Pola. Mientras su padre estaba lejos, labrándose una fortuna en Helvecia, Vespasiano fue criado por su abuela Tortulla, en una gran finca de Cosa (Etruria), en la costa noroeste de Italia. En el 25 asume la toga "virilis", es enviado a Creta como cuestor, un funcionario de rango menor en Hacienda y posteriormente estuvo en un tribunal militar por tres o cuatro años. Realizó los oficios de cuestor y edil sucesivamente. Hasta mediados de los sesenta su hermano Favio Sabino, fue el que tuvo la carrera más distinguida de su familia.
Posteriormente de la muerte del emperador Calígula, Vespasiano ascendió rápidamente, en parte gracias a Claudio que favoreció a los Flavios en el ejercito, mandó una legión en Germania, y después, en Britania conquistó la isla de Wight hacia el año 43 d.C.. En el 66, como procónsul, realizó una campaña contra los judíos en Judea.
En el año 68 d.C. Víndex se proclama emperador en la Galia, encabezando el levantamiento de las tropas, (sofocado por las legiones aun leales a Nerón). Posteriormente Galba en España, también es coronado emperador. En junio el senado declara a Nerón enemigo público y Nerón se suicida presa del pánico. Galba sube al poder. Otón rechazado por Galba como su socio en el gobierno, idea un plan y junto a la guardia pretoriana, asesina al emperador. Otón es ahora el nuevo emperador, aunque solo duraría tres meses, ya que en Germania, Vitelio, se revela. Otón se suicida tras la derrota de sus ejércitos en Bedriacum (Betriaco), cerca de Cremona. Vitelio es ahora el portador de la púrpura, aunque al igual que sus antecesores no por mucho tiempo. Por aquel entonces, Vespasiano que fue nombrado emperador por las tropas de oriente en el año 69 d.C., decidió regresar a Roma, dejando el ejército de Judea a cargo de su hijo Tito, quien sitió Jerusalén y hizo incendiar el Templo de Sión.
El 20 de diciembre del 69, sus fuerzas de Vespasiano entraron en Roma y el 22 del mismo mes, después de ganar la guerra, fue proclamado emperador por el Senado.
Vespasiano entró en Roma en Octubre del 70 d.C. y como emperador se reveló como un digno sucesor de la obra de Augusto; fue un buen administrador y un gran constructor (a él se le deben obras como el Anfiteatro del Coliseo, la restauración del templo de Júpiter Capitolino y el Templo de la Paz). Durante su gobierno restauró el gobierno y las finanzas públicas, reprimió una gran sublevación de los bátavos dirigidos por Julio Civilis (69-70), inició la definitiva conquista de Britania a cargo del general romano Cneo Julio Agrícola, desarrolló un sistema educativo más extenso y comenzó la construcción del Coliseo de Roma.
Concedió el derecho de ciudadanía a numerosas ciudades y convirtió las civitas en colonias (muchas de estas civitas adoptaron el nombre de Flavias) y hacia el 74 d.C. Hispania recibió el llamado derecho latino (ius latii) En ese mismo año (74) en que Vespasiano creó una nueva aristocracia al permitir la entrada en el Senado romano de nuevos miembros.
Se casó con Flavia Domitila, con ella tuvo tres hijos: Tito, Domiciano y Domitila. Su esposa Flavia no vivió para ver a su marido como emperador. A su muerte, Vespasiano entabló una relación con una liberta llamada Cenis, secretaria de Antonia (madre del emperador Claudio), y vivió feliz con ella hasta después de ser proclamado emperador.
El 24 de junio del 79, a la avanzada edad de 78 años, y en claro contraste con sus inmediatos predecesores imperiales, murió de muerte natural, (posiblemente padeció una fiebre tifoidea) en cabo Misenum. Con su espíritu sardónico, antes de morir dijo: "!vaya¡ ¡creo que me estoy convirtiendo en dios!" y después de esto insistió en que le ayudaran a levantarse: "un emperador debe morir de pie" -dijo.
Su hijo Tito se convirtió entonces en el nuevo emperador.

Pericles




Político y orador ateniense (Atenas, h. 495 a.C.-id., 429 a.C.). Hijo de Jantipo, artífice de la victoria helena sobre los persas en la batalla de Micala (479 a.C.), y de Agaristé, sobrina del prestigioso legislador ateniense Clístenes y miembro de la familia aristocrática de los alcmeónidas, Pericles fue discípulo de los filósofos Anaxágoras de Clazómenes, Protágoras de Abdera y Zenón de Elea. Movido por su amor a las letras, financió en el 472 a.C. la representación de la tragedia de Esquilo Los persas.
Hacia los treinta años, Pericles inició su carrera política dentro del partido democrático de Efialtes y, cuando éste fue asesinado (461 a.C.), asumió su dirección e hizo aprobar por la Asamblea de Atenas una serie de reformas que acentuaban el carácter democrático del Estado ateniense, a pesar de la oposición de la oligarquía.




Nombrado estratego o jefe militar en el 454 a.C., Pericles consolidó la posición hegemónica de Atenas en la Liga de Delos, confederación constituida por diversas ciudades griegas para luchar contra los persas, y utilizó el tesoro de la Liga para construir la Acrópolis. A fin de crear un imperio comercial, fomentó la expansión de colonias atenienses por el mar Egeo, intensificó el programa de construcciones navales y, en el 448 a.C., convocó un congreso de paz en el que participaron todas las polis helenas. A pesar del boicot de Esparta a esta reunión, Atenas acabó firmando la paz con la ciudad doria dos años más tarde (446 a.C.).
Gracias a su hábil elocuencia y a su prestigio personal, en el 443 a.C. Pericles se convirtió en la máxima autoridad ateniense, mandato que renovó cada año sin interrupción hasta su muerte (429 a.C.). No obstante, episodios como el sometimiento de la isla de Samos por Atenas (440 a.C.) enturbiaron las relaciones con Esparta y condujeron al estallido de la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), que terminó con la hegemonía ateniense.
Durante los primeros años del conflicto, se mostró muy efectiva la estrategia de Pericles de evitar los enfrentamientos terrestres con el objetivo de librar los combates decisivos en el mar, donde su flota era invencible, por lo cual cabe pensar que el resultado final de la guerra habría sido diferente si él no hubiera muerto víctima de la epidemia de peste que asoló Atenas en el otoño del 429 a.C.
Su gobierno, por otra parte, coincidió con el momento de apogeo del pensamiento y del arte griegos y, bajo su mecenazgo, Atenas se convirtió en el principal centro de actividad cultural del mundo antiguo. Con la ayuda de su segunda esposa, Aspasia, una culta e inteligente jonia, Pericles no sólo impulsó la celebración de los cultos de Eleusis, símbolo del papel civilizador ateniense, y de los festivales de las Panateneas, sino que también se rodeó de los más ilustres hombres de las letras helenas, como los dramaturgos Eurípides y Sófocles, los historiadores Herodoto de Halicarnaso y Tucídides o el filósofo Sócrates.
Asimismo, Pericles financió la construcción de la mayor parte de templos que componen la Acrópolis, para cuya realización convocó a artistas tan destacados como Calícrates e Ictinos, arquitectos del Partenón, el gran escultor Fidias, autor de las esculturas y relieves que decoran este mismo templo, como el famoso Friso de las Panateneas, y Policleto, quien supo expresar el ideal de la belleza física en sus estatuas de jóvenes atletas, como el Doríforo. Por todos estos motivos, el siglo V a.C. ha sido llamado «el siglo de Pericles».

Marco Tulio Cicerón


Marco Tulio Cicerón,(Arpino, 3 de enero del 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre del 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.


Biografía

Primeros Años


Marco Tulio Cicerón nació el 3 de enero de 106 a. C. en Arpinum (la actual Arpino), ciudad ubicada a unos 100 km. al sudeste de Roma. En la ciudad, de origen volsco pero conquistada por Roma en el 305 a. C., sus habitantes habían recibido la ciudadanía romana en el 188 a. C, por lo que adoptaron el latín como lengua (idioma del que Cicerón llegaría a ser maestro). Al extenderse la ciudadanía romana a todos los aliados de Italia, aunque no hubueran nacido en Roma, Cicerón era cives romanus de pleno derecho, y como tal, pertenecía a efectos legales y electorales a la tribu Cornelia.
La familia de Cicerón pertenecía a la pequeña nobleza local, domi nobiles, pero no tenía ninguna relación con la clase senatorial romana. El padre de Cicerón, llamado J. C. Marco Tulio Cicerón, era un acomodado caballero (eques), cuya riqueza y, por lo tanto, su status, se basaba principalmente en la propiedad de tierras, dedicadas a la actividad agropecuaria. A pesar de estar semi-incapacitado para ejercer cargos políticos, compensó esta circunstancia realizando exhaustivos estudios. La madre de Cicerón se llamaba Helvia, pero poco más se sabe acerca de ella; según una carta del hermano de Cicerón, Quinto Tulio Cicerón, se la puede considerar como un ama de casa proveniente de buena familia, la típica matrona romana.
En este periodo de la historia romana, todas las personas cultas eran bilingües, hablando tanto latín como griego. La élite romana prefería el griego, debido a que se consideraba como una lengua más desarrollada y más rica en matices que el latín. Afortunadamente para la carrera de Cicerón, la enseñanza del griego se desarrollaba inclusive en las escuelas primarias de Arpino. Años más tarde, al desarrollar sus estudios retóricos, Cicerón usó el idioma griego, pues la mayoría de los grandes maestros retóricos de este periodo provenían de la Hélade.
Tras su aprendizaje en la escuela primaria, Cicerón y su hermano Quinto marcharon a Roma a finales de los años 90 a. C. Bajo la tutela del famoso orador, Lucio Licinio Craso Orator, accedieron a un nivel superior en su proceso educativo, en el que la retórica y la filosofía ejercían un papel primordial, lo que significa que entraron en contacto con maestros especialmente cualificados, probablemente griegos.
A través de Craso, Cicerón conoció a Arquias, poeta procedente de Antioquia. De él aprendió lo fundamental sobre la literatura griega y el gusto por la poesía. Bajo esta influencia escribió su primera poesía Pontius Glaucus (Glauco Marino), que se ha perdido completamente. Posiblemente la compuso en el 92 a. C., cuando contaba con 14 años, lo que confirmaría la afirmación de Plutarco de ser un alumno sobresaliente y precoz.
Muy probablemente al año siguiente, el 91 a. C., Cicerón dejo de usar la toga praetexta, símbolo de la adolescencia, y empezó a usar la toga virilis , lo que significaba el comienzo de su vida adulta y asunción de sus derechos y obligaciones como ciudadano. Este momento fue aprovechado por su padre para que aprendiera las bases del derecho romano, eligiendo a uno de los hombres públicos más prestigiosos del momento, Quinto Mucio Escévola, para que le enseñase.
Entre los pupilos de Escévola se encontraban Gaius Marius Minor (Cayo Mario, el Joven; hijo de Cayo Mario, el siete veces cónsul de Roma), Servius Sulpicius Rufus (Servio Sulpicio Rufo) y Titus Pomponius Aticus (Tito Pomponio Ático). Estos dos últimos serían amigos durante toda la vida de Cicerón, especialmente Pomponius (llamado Ático por su larga estancia en Atenas), y que se convertiría en el más allegado y confidente de Cicerón hasta su temprana muerte.
A finales de los años 90 a. C. y principios de los 80 a. C., Cicerón descubrió su amor por la filosofía, disciplina que tendría un gran papel en su vida: eventualmente seria el responsable de la introducción de la filosofía griega entre los romanos. El primer filósofo con el que tuvo contacto fue el epicúreo Fedro, cuando éste visitó Roma en el 91 a. C.: su amigo Ático se convertiría en un epicúreo para el resto de su vida, pero a Cicerón no le convenció de igual forma.
El 87 a. C., Filón de Larisa, jefe de la Academia Platónica de Atenas, visitó Roma. Cicerón le escuchó entusiastamente y se empapó de toda la filosofía platónica. Lo que más admiraba en Platón era su seriedad moral y política, pero también la amplitud de su intelecto. Aun así, la Teoría Platónica de las Ideas fue algo que Cicerón nunca pudo aceptar.
En los años en que Cicerón perfeccionaba sus estudios, estalló la Guerra Social o Guerra de los Aliados entre Roma y algunos de sus aliados itálicos. Puesto que en la Roma tardorrepublicana los jóvenes aspirantes a una carrera política habían de servir durante algunos años en la legión (generalmente ocupando alguno de los puestos de tribuno), a Cicerón no le quedó más remedio que incorporarse, el año 89 a. C., al cuerpo del ejército que luchaba en el frente septentrional bajo el mando del cónsul Cneo Pompeyo Estrabón. Como tribuno, Cicerón era miembro de pleno derecho del estado mayor del cónsul, pero sus aportaciones militares debieron de ser pequeñas: él mismo dice que fue a la guerra para no renunciar a la anhelada gloria como orador a la que aspiraba, ya que no tenía mayores aptitudes castrenses, pues en esa época era extremadamente delgado y débil.
Cicerón empezó su carrera pública como abogado el año 81 a. C. Era un pleito civil en el que Publio Quincio, su cliente, reclamaba que se le entregara una herencia que retenía como propia un tal Nervo, aunque no conocemos el desenlace del caso.
Pero no fue sino hasta el siguiente año, el 80 a. C., cuando Cicerón obtuvo su primera oportunidad de intervenir en un juicio de alto interés público, al ejercer la defensa de Sexto Roscio por parricidio. La importancia del caso venía dada porque lo que estaba en juego eran las propiedades del difunto, pues dos de sus parientes y Crisógono, liberto próximo a Sila, habían logrado incluir al ya fallecido padre de Roscio en la lista de proscritos, y al acusar de parricidio al hijo le impedirían tomar la herencia.
Para enfrentar este caso, que tenía notorias implicaciones a pesar de que Lucio Cornelio Sila ya había renunciado a la dictadura, Cicerón dividió su argumentación en tres partes: en la primera, defendía a Roscio, demostrando que él no cometió el crimen; en segundo lugar, atacó a los presuntos culpables del delito -uno de ellos pariente de Roscio-, argumentando acerca de cómo el delito era culpa de ellos y no de su defendido; por último, atacó a Crisógono, declarando que el padre de Roscio fue asesinado para obtener sus propiedades a un bajo precio, remarcando al mismo tiempo que exoneraba de cualquier responsabilidad a Sila. La estrategia tuvo éxito, transformándose inmediatamente en un célebre abogado y orador.
A pesar de la victoria, y por seguridad ante eventuales represalias políticas (aunque posiblemente también por deseos de perfeccionarse en los estudios), Cicerón realizó el 79 a. C. un largo viaje por el Mediterráneo oriental donde fue discípulo de Fedro el Epicúreo, de Filón el Académico, de Diodoto, de Antíoco de Ascalón, de Zenón y de Posidonio. Esta multiplicidad de maestros hizo que Cicerón aplicara distintas concepciones a los problemas filosóficos. Sus planteamientos relativos a la moral estaban cercanos al estoicismo, mientras que en gnoseología defendía un escepticismo moderado; todas estas influencias y lecturas darán al cabo en el eclecticismo y en él sintetizará la tradición griega rescribiéndola en latín.

Carrera política


De vuelta a Roma en 77 a. C., retomó su profesión de abogado, lo que le ayudó en su promoción política, hasta que en 74 a. C. se incorporó al Senado tras su elección como cuestor, con destino en la Provincia de Sicilia, que desempeñó con la eficacia que siempre le caracterizó.
Acabado su mandato como cuestor, regresó a Roma, donde continuó ejerciendo de abogado y destacó en diversos procesos, de los cuales quizá el que mayor fama le dio fue el sostenido contra Verres.
En el año 70 a. C., los habitantes de Sicilia, probablemente recordando su etapa como cuestor en la isla, rogaron a Cicerón que se hiciera cargo del proceso contra Verres, el corrupto gobernador de la provincia que había saqueado la misma a placer en su propio beneficio, cometiendo numerosos abusos de poder. Cicerón corrió un gran riesgo, ya que Verres pertenecía a los patricios y a los optimates y tenía amigos poderosos. No obstante, llevó el caso con tal brillantez que Verres se vio obligado a exiliarse en la ciudad de Marsella incluso antes de que el proceso hubiera concluido, a fin de evitar una más que probable condena. Cicerón, que contaba entonces con treinta y seis años, se convirtió en el abogado más reputado de Roma, paso esencial para ascender en la carrera política para un "homo novus".
Elegido Pretor a los 39 años, en el sorteo que se celebraba entre los 8 pretores elegidos no obtuvo el cargo de pretor urbano (el más codiciado) sino el menos importante y lucido de presidente del tribunal de extorsiones, que tan bien conocía por haber defendido en él numerosos casos, como el citado de Verres. Ese era el escalón necesario para que en el año 62 a. C. presentara oficialmente su candidatura a cónsul.
Cicerón fue elegido cónsul el 63 a. C., junto con Cayo Antonio Hybrida; en mismas elecciones sería elegido como pretor Cayo Julio César. Si bien las simpatías de Cicerón se dirigían hacia el partido de la nobleza senatorial (los optimates), no dejaba de ser un homo novus, atacado por ello desde uno y otro bando: unos, por envidia y otros por desdén. Quizá para ganarse la confianza de los optimates y de su líder Pompeyo, se enfrentó a los seguidores del partido popular, representado, entre otros, por el propio César.
Durante su mandato denunció y reprimió la conjura del que había sido candidato a cónsul por los optimates, Lucio Sergio Catilina, contra quien compuso sus famosas Catilinarias, discursos en que denunciaba la conspiración que éste encabezaba, y que fueron pronunciados ante el Senado. Aunque trató de que la responsabilidad de la pena de muerte dictada contra los conspiradores fuera compartida por el Senado, desde ciertos sectores (cercanos a César) se le achacó demasiada dureza en la represión de los sublevados, y hubo de exiliarse el 58 a. C. Tras un año emigrado en Macedonia, Pompeyo le perdonó y pudo regresar.
En el año 51 a. C. aceptó el cargo de procónsul de la provincia romana de Cilicia, regresando a Roma en el 50 a. C. Apoyó a Pompeyo contra César en la la guerra civil, al parecer porque le parecía más cercano a las ideas republicanas. Sin embargo, al vencer César finalmente en el 48 a. C., Cicerón comprendió que era inútil toda oposición, y César le perdonó, quizá debido a su gran prestigio como escritor y pensador o quizá porque César gustaba de mostrar su magnificencia perdonando a sus enemigos señalados.
Comprendiendo su delicada situación, Cicerón declinó toda actividad política y se dedicó a escribir. Soportó a duras penas la política cesariana, ya que era un republicano convencido; sin embargo, al ser asesinado César el 44 a. C., volvió a la política y se opuso con todas sus fuerzas al discípulo del dictador, Marco Antonio, escribiendo contra él sus famosas Filípicas e incluso estableciendo amistad con el hijo adoptivo de César, Cayo Octaviano César (Octavio Augusto), pero fue asesinado por los partidarios de Marco Antonio el año 43 a. C., que le mutilaron cortándole las manos y atándoselas al cuello.

Jerjes


Jerjes I (c. 519-465 a.C.), rey de Persia (486-465 a.C.), hijo de Darío I y Atosa, hija de Ciro II el Grande. Jerjes, miembro de la dinastía de los Aqueménidas, subió al trono a la muerte de su padre, eliminó una rebelión en Egipto y después pasó tres años preparando una gran flota y un ejército para castigar a los griegos por ayudar a las ciudades jonias en el 498 a.C. y por su victoria sobre los persas en Maratón en el 490 a.C. El historiador griego Heródoto cifra la fuerza naval y terrestre de Jerjes en el increíble número de 2.641.610 guerreros. Se dice que Jerjes cruzó el Helesponto (actual estrecho de los Dardanelos) a través de un puente de barcas de más de un kilómetro de longitud y que hizo un canal en el istmo del monte Athos. Durante la primavera del 480 a.C., en el comienzo de la segunda Guerra Médica, Jerjes marchó con sus fuerzas a través de Tracia, Tesalia y Lócrida. En el paso de las Termópilas, el rey espartano Leónidas I y su ejército defendieron valerosamente el lugar, retrasando el avance persa diez días. Jerjes después continuó hacia el Ática y quemó Atenas, que había sido abandonada por los griegos. Sin embargo, en la batalla de Salamina en el 480 a.C., su flota fue derrotada por un contingente mucho menor de barcos de guerra griegos comandados por el ateniense Temístocles. Jerjes entonces se retiró a Asia Menor, dejando a su ejército en Grecia bajo el mando de su cuñado, Mardonio, que murió en Platea al año siguiente. Jerjes fue asesinado en Persépolis por el capitán de la guardia de palacio; le sucedió su hijo Artajerjes I (que reinó en 465-425 a.C.). Jerjes normalmente es identificado como Ahasuerus en el Libro de Esther.

6/02/2008

El senado de Roma



El Senado bajo la República (Siglos VI-I a. C.)


A mediados de la época republicana el senado contaba con unos 300 miembros; estaba compuesto por todos los ciudadanos que habían ejercido magistraturas curules —cónsules, pretores y ediles, los conscripti—, así como de los patres, las cabezas de las familias patricias. Adicionalmente, los censores podían incluir senadores que no habían ejercido magistraturas, aunque estos tenían restringido su derecho a tomar la palabra y se los denominaba senatores pedarii.
Con el acceso a los derechos ciudadanos de los plebeyos, el Senado perdió el derecho a refrendar los actos de los Comicios Centuriados. Pero por el contrario se arrogó el derecho de nombrar dictador, y pronto legisló sobreponiéndose a las Asamblea Tribunadas, alcanzando un gran poder.
En el siglo III a. C. el Senado sufrió las modificaciones propias de la nueva situación. Los asientos senatoriales continuaron en manos de los censores y todos los magistrados curules que abandonaban su cargo accedían al Senado.
El Senado pasó de ser un cuerpo consultivo de los cónsules, al principio de la República (y subordinado a estos en muchos aspectos), a ser una corporación de gobernantes, sin dependencia de nadie. El Senado dirigía la guerra a través de los cónsules, y toda la política de la República.
Con el tiempo el Senado asumió el nombramiento de diversos cargos curules, lo que implicaba la designación de sus propios miembros, y además influyó cada vez más en los censores. Se mantuvo la distinción entre Senadores patricios y plebeyos.
La desaparición de la figura del dictador permitió al Senado ocupar ciertas funciones en casos graves, en especial el conferir a los cónsules facultades especiales, similares a la Dictadura, por tiempo limitado.
Julio César, después de derrotar a su rival Pompeyo y a sus aliados, la mayor parte de las familias senatoriales tradicionales, procedió a incrementar el número de senadores hasta casi 1000, promocionando al orden senatorial a familias ecuestres, mandos militares, centuriones de origen proletario de su ejército, y provinciales, como su consejero financiero Cornelio Balbo, natural de Gades (Cádiz, España); a los ojos de la nobilitas senatorial superviviente del bando pompeyano y de muchos partidarios de César esto era una aberración, y ello fue una de las causas del asesinato de César.
Augusto, y los otros triunviros, redujeron nuevamente el número de senadores a 300, aunque mantuvieron algunos de los nombramientos de César, que tenían la consideración homines novi, pero las proscripciones por ellos emprendidas vaciaron los bancos del Senado, que fueron llenadas con la promoción de partidarios de los triunviros extraídos del orden ecuestre y del ejército.

El Senado durante el Alto Imperio (Siglos I a. C.-III d. C.)


Terminada la guerra entre Augusto y Marco Antonio en 30 adc, Augusto procedió a cribar la lista de senadores, intentando recuperar como senadores a los supervivientes de las familias tradicionales, pero favoreciendo también a sus partidarios, sin tener en cuenta su origen, caso de Mecenas, Agripa, Lucio Munacio Planco o Cayo Asinio Polión. También incrementó los poderes nominales del Senado, trasmitiendo los poderes de elección de magistrados de las asambleas o comicia al senado, aunque realmente redujo sus poderes, ya que casi todas las provincias con ejército pasaron al control directo del emperador, las magistraturas se convirtieron en cargos honoríficos, y los candidatos a ellas necesitaban del visto bueno del emperador, quien asumió la potestad jurisdiccional de los Comitia Tributa, por lo que los Edictos imperiales se superpusieron a los Senadoconsultos.
A partir de Claudio, numerosos provinciales, especialmente hispanos, fueron admitidos en el Senado, aunque a estos nuevos senadores se les imponía el requisito de invertir el censo mínimo senatorial -1.000.000 de sestercios- en propiedades rústicas en Italia, culminando el proceso con la elección de un emperador procedente de una familia senatorial provincial hispana: Trajano.
A lo largo del Alto Imperio, las relaciones entre los emperadores y los senadores fueron las de un tira y afloja continuo, y, si bien es cierto que muchos colaboradores de los emperadores eran senadores, lo cierto es que estos, aún los más respetuosos, tendían a dejar de lado las expectativas y deseos de los senadores. Además, los senadores tendían a ignorar que la verdadera fuente de poder del estado romano era el ejército, por el cual pasaban por cortos períodos de tiempo. La consecuencia fue que algunos emperadores, como Tiberio, Calígula, Nerón, Domiciano, Adriano o Cómodo sostuvieron relaciones muy difíciles con el Senado, y promovieron la persecución de muchos de sus miembros.
Con el advenimiento de la dinastía Severa, de origen militar, el senado fue progresivamente arrinconado en favor del orden ecuestre y de la nueva burocracia imperial nacida del ejército, hasta que el emperador Aureliano excluyó a los senadores de los puestos militares.

El Senado en el Bajo Imperio (Siglos IV-VI d. C.)


En el Bajo Imperio, el Senado de Roma fue duplicado con otro igual a él creado por Constantino I en la nueva capital, Constantinopla (Estambul, Turquía), y se convirtió en un simple club de notables.

Representación de una reunión del Senado Romano: Cicerón ataca a Catilina, en un fresco del siglo XIX
El senado romano desapareció en los turbulentos años del siglo VI en los que las tropas del rey ostrogodo Totila luchaban a la desesperada contra las tropas de imperiales de Justiniano, dirigidas por Belisario, mientras que en el resto de los reinos bárbaros nacidos de la ruina de Roma, los senadores fueron fundiéndose progresivamente con la nobleza germánica dirigente.
En las ciudades sometidas por la Antigua Roma se establecía un Consejo de Cien Ancianos (Centumviri), cada uno de los cuales era el cabeza de diez casas (diez casas = una gens), de donde surge la denominación.

Las reformas legales

El orden senatorial


La designación de las vacantes del Senado, designadas primero por los cónsules, pasó a los censores. Su funcionamiento fue regulado por la Ley Ovinia.
Las promociones al Orden Senatorial (Ordo Senatorius) quedaron abiertas a todos los ciudadanos que hubieran sido antes Edil Curul, Pretor o Cónsul (los cónsules ya tenían derecho a ser Senadores con voto). El censor estaba obligado a incluir en la lista de nuevos senadores a los cónsules que habían dejado el cargo, salvo que por precepto legal pudieran proclamar su exclusión motivada. Pero como los ciudadanos que podían ocupar un puesto en el Senado no eran suficientes para cubrir las bajas que se producían por fallecimiento o exclusión, y el número de senadores no podía bajar de trescientos, los censores podían elegir libremente entre aquellos que no habían ejercido una magistratura de las citadas, si bien los designados debían haberse distinguido por su valor, haber matado a un jefe enemigo o salvar a un ciudadano romano; a estos senadores se les llamaba Subalternos (Senatores Pedarii), y tenían derecho a voto pero no participaban en la discusión.


El Senado era el que dominaba en materia de legislación, de elección y de gobierno.
Los proyectos de ley eran sometidos previamente al Senado. El Senado, al disponer del poder ejecutivo, podía poner o no en ejecución un plebiscito votado. Incluso pudo legislar sin que las leyes fueran ratificadas por la Asamblea en “los casos urgentes”, sin perjuicio de ulterior ratificación, que a menudo ya no era solicitada.
El Senado se adjudico la designación de Dictador (cuyo nombramiento correspondía antes a los Cónsules), y asumió también la prorroga de cargos (el cónsul cesante que no se encontraba en Roma en el momento del cese, seguía en funciones como procónsul; lo mismo ocurría con los pretores que continuaban como propretores) lo que llevó en la práctica a una reelección encubierta (desde el 307 a. C., un Senadoconsulto bastaba para prorrogar una magistratura). Además, en las elecciones, la aristocracia apoyaba a los candidatos del Senado. El Senado decidía sobre la guerra, la paz, las alianzas, la fundación de colonias, las asignaciones de tierras públicas, los trabajos públicos, el sistema de rentas, la asignación de departamentos a los magistrados, el contingente del ejército, el presupuesto de los departamentos, etc... Los cuestores no podían hacer pago alguno sin un senadoconsulto (con algunas excepciones para los cónsules).

El Senado reformado


El Senado varió su composición. Inicialmente estaba formado por trescientos miembros de la nobleza (todos los senadores, salvo excepción, eran patricios). Más adelante, se reservaron 164 asientos a los plebeyos o nuevos admitidos (Conscripti). Esta distinción se mantuvo al menos en los formalismos de tal forma que la alocución para dirigirse a la Cámara era Patres et conscripti, aún mucho después de que tales diferencias dejaran de ser importantes.
Los senadores eran consuetudinariamente vitalicios, pero la costumbre derivó en ley para los patricios. Como el Senado representaba a la nobleza patricia y había en él miembros plebeyos, se relegó a estos a un papel secundario dentro del Senado. Si alguno se oponía, en las revisiones cuadrienales de senadores que efectuaban los cónsules, eran o podían ser eliminados. Además, los plebeyos que entraban en el Senado, no lo hacían por mérito, sino por su riqueza. En estas circunstancias, sus intereses de clase eran coincidentes con los de la nobleza patricia.
Se distinguían entre los Senadores dos grupos: los provenientes del ejercicio de magistraturas; y los que no las habían desempeñado (Pedarii).
El nombramiento de los Senadores correspondía desde el inicio de la República a los cónsules o dictadores. Más tarde, ésta fue una atribución específica de los censores.
Al Senado correspondía el refrendar todas las propuestas importantes políticas o administrativas de los cónsules y otros magistrados que hubieran obtenido el voto afirmativo de los Comicios Asamblearios correspondientes. Cuando el acto debía ser ejecutado como parte de los deberes del magistrado no precisaba refrendo senatorial. Aunque al principio las decisiones del Senado fueron llamadas Consulis senatusque sententia, más tarde los dictámenes del Senado dejaron de ser consultivos y adquirieron fuerza, siendo llamados Senatus consultum y Senatus sententia. El cónsul debía obedecer al Senado, pues en caso contrario podía ser privado de fondos, se podía nombrar a un dictador o decidir otras medidas que daban preeminencia al Senado sobre los altos magistrados.

Troya: una ciudad en guerra


Introducción


La guerra de Troya fue un conflicto bélico en el que se enfrentaron una coalición de ejércitos aqueos contra la de Troya (también llamada Ilión), ubicada en Asia Menor. Según el mito, se trataría de una expedición de castigo por parte de los aqueos, cuyo casus belli sería el rapto (o fuga) de Helena de Esparta por el príncipe Paris de Troya.
En 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hisarlik, donde creía que estaba la ciudad de Troya, hallando los restos de la antigua ciudad de Nueva Ilión, que existió hasta el siglo I a. C. y bajo la cual halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más. Cada una de estas ruinas daba lugar a los restos de distintas ciudades que parecían haber sido habitadas en épocas distintas. Schliemann había ido para hallar la Troya homérica; pero en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas, y más tarde otras dos. Sin embargo, quedaba por decidir cuál de estas diez ciudades era la Troya de Homero. Estaba claro que la capa más profunda, Troya I, era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra, Troya IX, tenía que ser la más reciente, guardando los restos de la Nueva Ilión, donde Jerjes I y Alejandro Magno habían sacrificado a los dioses.
Algunos historiadores creen que la Troya VI o la VII fueron la ciudad homérica, porque las anteriores son pequeñas y las posteriores son asentamientos griegos. Otros historiadores creen que los relatos de Homero son una fusión de historias de asedios y expediciones de los griegos de la Edad del Bronce o del periodo micénico, y no describe hechos reales. Los que piensan que los poemas épicos de la guerra de Troya derivan de algún conflicto real, lo fechan entre 1300 a. C. y 1100 a. C.


Inicio


La armada aquea arribó a las playas de Troya, donde se encontró con gran parte del ejército troyano esperándola.
El oráculo profetizó que el primer griego que pisara tierra en la guerra de Troya sería el primero en morir. Protesilao, líder de los filaceos, satisfizo esta profecía. Su mujer, Laodamía, lo siguió a la muerte. Héctor mató a Protesilao y Laodamía se suicidó a causa del dolor. Tras la muerte de Protesilao, su hermano Podarces fue a la guerra en su lugar.
Tras una batalla en la playa, los aqueos lograron imponerse. Entre otros, Aquiles mató a un hijo de Poseidón, Cicno, que luchaba en las fuerzas de Ilión. Cicno era invulnerable a las armas y Aquiles lo estranguló.
Los griegos sitiaron Troya durante nueve años. Las tropas griegas saquearon varias ciudades cercanas y, en el reparto del botín, Agamenón tomó como esclava a Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Cuando Crises intentó pagar su rescate fue maltratado, así que pidió a Apolo que castigase a los griegos, y la armada fue azotada por una plaga.

Hechos de la Ilíada

Menelao sostiene el cuerpo sin vida de Patroclo. Copia del original griego, Piazza Della Signoria, Florencia, Italia.
El oráculo emitido por Calcas dijo que la plaga solo cesaría si Agamenón devolvía a Criseida a su padre. Enojado por esto, y con Aquiles (que garantizó el cumplimiento del oráculo), Agamenón aceptó devolver a Criseida pero a cambio tomó a la concubina de Aquiles, Briseida. Aquiles y Agamenon discutieron y Aquiles se negó a luchar. Aunque los griegos estaban destinados a ganar la guerra, Aquiles pidió a su madre Tetis que intercediera ante Zeus para asegurarse que a los griegos les fuese mal hasta que Agamenón se disculpase ante él. Los siguientes días los griegos fueron duramente castigados en la batalla y los principales guerreros, salvo Áyax, fueron heridos gravemente. Los troyanos, liderados por Héctor, avanzaban sin parar sobre las posiciones griegas.
En vista del peligro, Aquiles dejó que su compañero Patroclo llevase su armadura y liderase las tropas en la batalla. Héctor dio muerte a Patroclo y se quedó con la armadura de Aquiles. Loco de dolor, Aquiles juró venganza, mató a Héctor y arrastró su cuerpo atado a su carro rodeando Troya por tres veces. Se negó a devolverlo a los troyanos para los ritos funerarios hasta que Príamo en persona fue a suplicarle que lo devolviese, con lo que se ablandó y declaró una tregua de doce días mientras durasen los funerales de Héctor.

Muerte de Aquiles


Poco después de la muerte de Hector, Aquiles venció a Memnón de Etiopía y a la amazona Pentesilea (con quien Aquiles tuvo una aventura según algunas versiones). Fue muerto por Paris; bien de una flecha en su talón dirigida por Apolo durante una tregua; o en otra versión, directamente por el dios Apolo. Sus huesos fueron mezclados con los de Patroclo, y hubo juegos funerarios. Como Áyax, se representa viviendo tras su muerte en la isla de Leuce en la desembocadura del Danubio. En Las troyanas y Hécuba, obras de Eurípides, Políxena, hija de Príamo, es sacrificada en la pira fúnebre del átrida.
En otra versión bastante diferente de las anteriores, Aquiles había prometido a Príamo que si consentía el casamiento con su hija Políxena pasaría a abandonar a los suyos y defender Troya, pero tras concertar una cita en el templo de Apolo Timbreo, fue asesinado por Paris con una daga en la espalda (o una flecha en el talón).

La armadura de Aquiles/la muerte de Áyax


La armadura de Aquiles era motivo de disputa entre Odiseo y Áyax. Compitieron por ella, resultando vencedor Odiseo. Áyax, encolerizado, juró matar a sus compañeros; comenzó a matar ganado (pensando que eran soldados griegos), y posteriormente a sí mismo. Los griegos capturaron a Héleno, hijo del rey Príamo, y adivino y lo torturaron hasta que dijo bajo qué circunstancias podrían tomar Troya. Héleno dijo que ganarían si recuperaban las flechas de Heracles (que estaban en poder de Filoctetes); robaron la estatua troyana de Palas Atenea (llamada Paladio) y convencieron al hijo de Aquiles (Neoptólemo) de que fuese a la guerra. Neoptólemo estaba oculto de la guerra en Esciro pero los griegos le localizaron. Odiseo y Neoptólemo trajeron a Filoctetes de Lemnos. Su herida fue curada por Macaón o Asclepio. Filoctetes mató a Paris con sus flechas.

El caballo de Troya


El cerco de Troya duró diez años. Los griegos idearon una nueva treta - un gran caballo de madera hueco. Fue construido por Epeo y lo ocuparon soldados griegos liderados por Odiseo. El resto de la armada griega fingió partir y los troyanos aceptaron el caballo como una ofrenda de paz. Un espía griego, Sinón, convenció a los troyanos de que el caballo era una ofrenda a Atenea a pesar de las advertencias de Laocoonte y Casandra. Los troyanos hicieron una gran celebración y cuando los griegos salieron del caballo, la ciudad entera estaba bajo el sueño de la bebida. Los guerreros griegos abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada a la ciudad al resto de las tropas y la ciudad fue saqueada sin piedad.

Saqueo de Troya y regresos de los supervivientes


El fantasma de Aquiles se apareció a los supervivientes de la guerra, pidiendo que Políxena, la princesa troyana, fuese sacrificada antes que ninguno pudiese partir. Neoptólemo realizó el sacrificio.
Según la Odisea, la flota de Menelao fue empujada por tormentas hacia Creta y Egipto de donde no pudieron continuar la navegación por la ausencia de vientos. Menelao tuvo que atrapar a Proteo, una deidad marina para averiguar qué sacrificios a los dioses debían hacer para garantizarse una travesía segura. Proteo también dijo a Menelao que estaba destinado al Elíseo (cielo) tras su muerte. Menelao regresó a Esparta con Helena. Tuvieron una hija, Hermione.
Tras la guerra, el barco de Idomeneo fue alcanzado por una terrible tormenta. Idomeneo prometió a Poseidón que sacrificaría el primer ser viviente que viese cuando volviese a casa si salvaba su barco y su tripulación. El primer ser vivo al que vio fue su hijo, así que lo sacrificó. Los dioses estaban enfadados con el asesinato de su hijo y lo enviaron al exilio a Calabria en Italia (Virgilio III, 400). Según otra versión, sus propios súbditos en Creta lo enviaron al exilio porque llevó consigo una plaga desde Troya. Huyó a Calabria, y posteriormente a Colofón, en Asia Menor, donde murió. En otra versión, la plaga azota Creta como castigo por el acto de Idomeneo.
Casandra fue ultrajada por Áyax el Menor y luego llevada como concubina de Agamenón. Agamenón regresó a su hogar en Micenas. Su esposa Clitemnestra (hermana de Helena) tuvo una relación con Egisto, hijo de Tiestes, primo de Agamenón. Posiblemente como venganza por la muerte de Ifigenia, Clitemnestra se conjuró con su amante para matar a Agamenón. Casandra pronosticó este asesinato y avisó a Agamenón, pero el la ignoró. Fue asesinado en un banquete o en su baño, según diferentes versiones. Casandra también fue asesinada. El hijo de Agamenón, Orestes, que había estado lejos, regresó y conspiró con su hermana Electra para vengar a su padre. Mataron a Clitemnestra y a Egisto. Orestes se casó con Hermione y retomó Micenas, convirtiéndose en rey de todo el Peloponeso.
Neoptólemo tomó a Andrómaca y Héleno como esclavos, casándose con Andrómaca. Se enemistó con Orestes porque Menelao le había prometido a su hija Hermione a él, pero luego quiso que se casase con Neoptólemo. Lucharon, y Neoptólemo murió. Héleno se casó con Andrómaca y reinaron sobre una colonia de troyanos exiliados en lo que una vez había sido el reino de Aquiles. Allí lo encontró Eneas en su viaje a Italia.
La reina Hécuba de Troya fue esclavizada por los aqueos. Fue parte del botín otorgado a Odiseo.
Licaón fue esclavizado por Aquiles y vendido por éste en Lemnos, pero consiguió volver a Troya y murió en el campo de batalla, a manos de Aquiles.
Puesto que Antenor, cuñado de Príamo, había ayudado a devolver a Helena a los griegos, se le perdonó la vida.
Eneas lideró un grupo de supervivientes lejos de la ciudad, incluyendo a su hijo Ascanio, su trompeta Miseno, su padre Anquises y al médico Yápige. Su mujer Creúsa desapareció durante el saqueo de la ciudad. Huyeron de Troya en varios barcos, buscando establecerse en un nuevo hogar. Arribaron a varios países cercanos que no se mostraron hospitalarios, finalmente les fue profetizado que debían volver a la tierra de sus antepasados. Primero lo intentaron en Creta, que Dárdano había colonizado, pero lo encontraron arrasado por la misma plaga que había expulsado a Idomeneo. Encontraron a la colonia dirigida por Heleno y Andrómaca, pero rehusaron permanecer ahí. Tras siete años llegaron a Cartago, donde Eneas tuvo un romance con Dido. Finalmente los dioses les ordenaron continuar (Dido se suicidó), y llegaron a Italia.
Aquí una profetisa le llevó al inframundo y predijo la grandeza de Roma, que sería fundada por su gente. Negoció un asentamiento con el rey local Latino, y se casó con su hija Lavinia. Esto desencadenó una guerra con otras tribus locales, pero finalmente se fundó el asentamiento de Alba Longa, regido por Eneas y el hijo de Lavinia, Silvio. Trescientos años después, según el mito romano, sus descendientes Rómulo y Remo fundaron Roma.